Como ya era la hora del descanso del mediodía, Zhang Hao no estaba atendiendo pacientes en ese momento.
Además, sabía que Yu Wei definitivamente no estaba enferma, dado su resplandeciente complexión que sugería un cuerpo particularmente saludable.
Yu Wei ya había extendido su brazo, tan blanco como el jade de grasa de cordero, y lo había colocado sobre una pequeña almohada.
—Doctor Zhang, ¿podría tomarme el pulso y ver si hay algo mal con mi esencia vital?
Como la única enfermera en el departamento, Lin Wan sentía una sensación de crisis cada vez que entraba una paciente femenina, especialmente las muy bonitas.
No podía impedir que Zhang Hao se acercara a otras mujeres.
Pero cada vez que Zhang Hao reía y hablaba con otras mujeres, su corazón se llenaba de incomodidad.
—Tu tez está rosada; no pareces estar enferma o carecer de qi y sangre. Por favor, no ocupes mi tiempo de descanso al mediodía.
Al escuchar esto, Yu Wei inmediatamente retiró su mano.