En la sala VIP de un club, "¡Clack!" un ocho negro sobre la mesa se introdujo con precisión en el hoyo. Charlie Hong le entregó el palo de billar al camarero que estaba a su lado, sacó un cigarrillo, lo encendió y se dirigió al baño.
Simón Chin, que estaba apoyado en la barra del bar, le guiñó un ojo a la mujer de la mesa.
En el rostro de la mujer apareció una sonrisa encantadora, automáticamente dejó su vaso y siguió a Charlie con elegancia. Sin embargo, diez minutos después, Charlie salió tras la mujer quien se veía profundamente decepcionada. La mujer se acercó hasta la barra, negó con la cabeza y dijo: “Sr. Chin ..."
Simón se acercó a Charlie y le preguntó: "Charlie, ¿todavía no te funciona?" Charlie frunció el ceño, se sentía incómodo por el perfume de la mujer que seguía impregnado en su abrigo así que se lo quitó.
"No te gustaran los hombres, ¿verdad?", Simón bromeó.
"¡Vete a la m*erda!", dijo Charlie mirándolo.
"¡Tranquilo, estoy bromeando!", dijo Simon mientras le acariciaba la barbilla y lo analizaba con seriedad. "Escuché que anteayer te acostaste con una chica y la dejaste exhausta, eso significa que no hay nada malo con tu cuerpo”.
Charlie nunca había tenido enamoradas, él siempre estaba soltero, pero la verdadera razón era que no lograba tener una erección. Él ya había ido a ver a algunos especialistas en el pasado, pero ninguno encontró algún problema con su cuerpo. Sin embargo, él no lograba sentir nada por las hermosas y encantadoras mujeres que morían por estar con él, de hecho, hasta sentía asco. Pero de algo estaba seguro y era que no le gustaban los hombres.
Durante muchos años, había vivido una vida solitaria. Hasta aquella noche en la que se despertó ese deseo en él que llevaba dormido 30 años. De solo pensar en todas las sensaciones que Wendy le había hecho sentir, la parte inferior de su abdomen se tensó. Su atención regresó al camarero y dijo: "Continúa". Simón entendió la señal, le dio una palmada en el hombro y esbozó una gran sonrisa: "Charlie, no te preocupes que yo te voy a ayudar”.
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Wendy Lim abrió suavemente la puerta, el ambiente estaba bastante tranquilo, así que intentó no hacer ruido por miedo a despertar a las dos ancianas que estaban descansando. Como no eran salas separadas, la abuela de Wendy compartía habitación con otra anciana de la misma edad que tenía una enfermedad pulmonar. Aunque eso no había sido bueno para la recuperación de su abuela, Wendy no tenía dinero para pagar uno mejor. Es más, pronto ni siquiera iba a poder pagar esa habitación compartida.
Gracias a los 1,500 dólares que le prestó su mejor amiga, y los 400 dólares de Yolanda Lim, Wendy había logrado pagar la deuda del mes pasado. Sin embargo, no tenía dinero para los gastos de este mes. Wendy acarició el rostro de su abuela y sintió su suave y cálida piel, sus ojos se llenaron de tristeza al recordar que había perdido su virginidad y que su papá le había dado una paliza. Las lágrimas empezaron a caer por su rostro, pero se limpió rápidamente por temor a que su abuela la encontrara así al despertar.
Wendy perdió a su madre a los ocho años, no la mandaron a la policía luego de accidentalmente hacer que Helen abortara, porque era muy pequeña, pero Johnny la botó de la casa. Desde aquel entonces, Wendy había vivido con su abuela y es por eso que ella era la única familia que tenía en este mundo.
Wendy Lim miró como el sol se ocultaba a través de la ventana y recordó que el camote horneado era el favorito de su abuela. Si bien el médico le aconsejó a su abuela que no lo comiera, le permitió comerlo de vez en cuando. Wendy salió en silencio, cruzó la calle y se dirigió hacia los vendedores que estaban a lo lejos. Mientras caminaba pudo escuchar unos pasos acercándose detrás de ella, sin importar si aceleraba o frenaba los pasos se escuchaban igual de cerca. Cuando estaba a punto de regresar, sintió un fuerte dolor en la nuca y se desmayó.