Al principio, Wendy apenas podía creer que el presidente del Grupo Hogg lavara los platos él mismo.
Y luego, como si se tratara de un destello en una película, los dos cayeron sobre la cama.
Ella tragó y en medio del pánico, empujó el fuerte cuerpo del hombre.
"Charlie, espera un minuto ..."
Pero antes de que pudiera decir más, él ya la estaba besando, con mayor intensidad que cuando estaban afuera. A veces era tan feroz como un animal salvaje, y otras, era suave como una brisa primaveral.
Notó una sensación refrescante en cuanto él le quitó el suéter de punto.
"¡Espera!", dijo.
Pero cuando sintió que se había abierto la cremallera de sus jeans, Wendy trató de detenerlo como pudo. Todo lo que tenía a su vista era su fuerte pecho, pero al elevar la mirada, se percató de que los profundos ojos de Charlie estaban llenos de un calor ardiente. Ella sabía mejor que nadie el porqué de esa expresión.
Extendió la mano y preguntó con un dejo de complicidad: