Sean abrió la puerta de hierro del almacén y sacó a Emily.
No fue hasta ahora que Emily se dio cuenta de lo desolado que estaba el entorno. El lugar parecía estar completamente desprovisto de vida humana. Alrededor había bungalows, que eran fábricas que habían sido abandonadas hacía muchos años. Mucha basura acumulada. Parecía que nadie había venido nunca a cuidar este lugar abandonado por Dios.
Detrás del almacén estaba el río fangoso. Sean la arrastró hasta la orilla por la cuerda.
Emily miró a su alrededor, tratando de encontrar una oportunidad de escapar.
Sin embargo, pronto se dio por vencida porque no conocía el terreno de este lugar y no podía correr más rápido que Sean. Además, había una gran brecha en la fuerza física entre hombres y mujeres. Lo que era peor, ni siquiera podía liberarse con ambas manos atadas...
Cuando fue forzada a la orilla del río, solo pudo resignarse a su destino.