Un fuerte brazo sujetó a Anthea con fuerza y ella cayó sobre un cálido y firme pecho.
Su cuerpo sudoroso se calentó gradualmente.
Miró por la ventana. La luz de la mañana brillaba como una gasa dorada.
Después de estar distraída por unos segundos, finalmente volvió a la realidad de su sueño.
Pero la escena en el sueño todavía la hizo revolotear.
Envolvió sus brazos alrededor del cuello de Adam y murmuró débilmente: "Nada. ¡Solo tuve una pesadilla!"
"¿Con qué soñaste?"
Las pestañas de Anthea temblaron, pero no le dijo la verdad. En cambio, hizo un puchero y dijo: "¡Soñé que otra mujer te seducía y me dejabas!".
"Eso es imposible." Adán dijo con firmeza.
Ya fuera en un sueño o en la realidad, eso nunca iba a suceder.
Anthea frotó su cara contra el pecho de Adam con coquetería.
Se sentía muy cálida y dulce.
Luego parpadeó y tomó una decisión en silencio.
Por la mañana, el sol brillaba intensamente.
En el hospital privado.