en la villa
Emerson acababa de cambiarse los zapatos y la mujer que trajo no podía esperar.
Antes de que pudieran salir del porche, ella se había metido con entusiasmo en su pecho. Emerson pudo ver que ella tenía mucha experiencia y habilidad en el sexo.
Sus ojos dejaron escapar la luz de la lujuria. Su uña tachonada de diamantes rojos se deslizó entre los botones de su camisa...
Emerson lo miró con frialdad.
Permitió que la mujer actuara libremente. En tan poco tiempo, su cuerpo sexy, que no había sido cubierto por mucha ropa, estaba casi completamente expuesto.
Todo su cuerpo se agachó frente a él, sus dedos en su cinturón.
La mujer levantó la cabeza con el pelo rizado y abrió los labios rojos. "Joven maestro Chiang, ¿deberíamos hacerlo en la sala de estar, el dormitorio o la cocina?"
Emerson no respondió en absoluto.