"Déjalo en manos de mamá. No la dejaré ni siquiera que tenga cara para traspasar la puerta de la empresa", proclamó Salma, con orgullo. En ese momento, su teléfono móvil envió un indicio de otra llamada. Ella lo miró y dijo: "No lo digas, tu papá está llamando". Después de eso, presionó el botón y contestó: "¡Hola, cariño! ¿Por qué llamaste a casa?".
"¿Dónde estás?", preguntó Josef, enojado.
"¡Estoy en casa! ¿Qué pasó?".
"Está bien, espera en casa y no vayas a ningún lado", le ordenó Josef, en forma enfática.
Con sus ojos fijos en su teléfono móvil, Salma se quedó pensando. Por la mañana, su esposo había salido tranquilo hacia la empresa. ¿Por qué sonaba tan disgustado por teléfono? Además, ¿no la iba a dejar salir?
"¿Cómo ofendí a mi esposo?", se preguntó Salma, perpleja.