Al ver cuán vehemente se mostraba el abuelo, Augustine dejó de intentar disuadirlo. Colgó el teléfono y se sentó al escritorio del estudio. Su apuesto rostro reflejaba su inquietud.
Tras haber dormido durante dos horas, Vivianna despertó bañada en sudor. Su rostro estaba muy pálido. Se levantó de la cama con dificultad.
Se sirvió un vaso de agua y se lo bebió. La puerta del estudio estaba cerrada, así que pensó: "¡Augustine todavía está trabajando adentro!"
A las 12 del mediodía no tenía hambre, así que se sentó en el sofá a descansar.
Después de un rato, la puerta del estudio se abrió para dar paso a Augustine. Caminó hasta el sofá y observó a Vivianna. Notó que estaba débil y demacrada.
"¡Ve a cambiarte, te llevaré a comer!", le dijo al tiempo que extendía la mano y le tocaba el cabello desordenado que le cubría la frente.