Margaret estaba tan atemorizada que parpadeó de inmediato. De repente hizo algo ridículo: se puso de pie y caminó alrededor de la mesa hasta situarse detrás de él. Lo abrazó con sus tonificados brazos y le hizo un reproche: "¡No me asustes!"
La noche era fría. Esta chica se comportaba como cuando era niña. Lo abrazaba y coqueteaba con él tímidamente.
La dulzura de la mirada de ella derritió toda la ira que se advertía en la de él.
El dejó de resistirse, mostrándose dispuesto a perder.
Fletcher agarró su fino brazo, la atrajo hacia él y aquella potra cayó en sus brazos. Ella alzó ligeramente su cabecita y lo miró, asombrada. El hombre había hecho que su nariz se cerrara ligeramente. "¿Todavía necesitas esto, chiquilla?"
Margaret rio y le preguntó: "¿Te lo vas a comer o no?"