Y durante cuatro horas Margaret se sintió muy incómoda. De hecho, apenas regresó del baño, notó que era el centro de todas las miradas; impidiéndole siquiera levantar su propia cabeza.
Regina, que estaba en la oficina, también estaba ansiosa; puesto que, nunca se esperó que sucediese algo tan grande. Efectivamente, había pensado que no tendría ninguna repercusión a tan gran magnitud; pero, ¿traer problemas a todo el Ministerio de Relaciones Exteriores? Era demasiado.
Se mordió pues el dedo, y entrecerró los ojos. Debía echarle enteramente la culpa a Margaret, y dejar que ella cargase con el error. En el peor de los casos, sería despedida; ya que, después de tal incidente, ya no estaría calificada para permanecer allí.