Farid había llevado ahí a Ángeles como una invitada especial. Hasta ese momento, nadie podía tener objeciones. Todos intuían que había una relación ambigua entre esa chica y el joven maestro de la familia imperial. Todos creían que quizá era una prima lejana.
Después de que Ángeles entregara la nota, alistó la bandeja con todo lo necesario y caminó hacia él. Le sonrió y preguntó: "¿Gustas agregar azúcar al café?"
"Claro", asintió él con frialdad. Y luego la miró con un atisbo de disgusto. "¿No tienes miedo de que otros puedan lastimarte si entregas tu número de celular con tanta facilidad?"
Los grandes y brillosos ojos de la joven parpadearon varias veces. "¿Cómo sería eso posible?"
"Eres demasiado ingenua. ¿No sabes que la gente de este mundo puede ser muy siniestra? No entregues tu número de celular con tanta facilidad en un futuro", le dijo fríamente como si de una orden se tratara.
Ella mordió su labio inferior rosa y asintió. "De acuerdo. Lo sé".