Entonces, Augustine la miró orgulloso. A continuación, dejó la taza con una sonrisa, alargó la mano para sostener su carita y le contempló con una mayor fijeza. "Por supuesto, yo me enamoré de ti primero. Siquiera sabes lo encantadora que eras en aquel momento, lo que me mareó".
Así pues, Vivianna sintió el calor de su áspera palma y su corazón se deshizo en agua. ¿Era verdad? ¿Realmente la amaba tanto?
Efectivamente, lo hacía; y prueba de ello eran sus profundos ojos. El apasionado beso cayó con impaciencia.
Aconteció, que su cuerpo tembló ligeramente; sintiendo a su vez el entusiasmo de aquel que era su hombre. De hecho, había un afecto persistente entre sus labios; produjendo que la fémina no lograse resistirse a ello. Se estaba volviendo loca.
Y es que, con cada centímetro que avanzaba, todo se tornaba más y más intenso.
Por otro lado, él ya no quería ocultar su pasión y deseo. Aquella noche, debía tenerla. Sabía que era feliz; pero esto, le aportaría otro tipo de belleza.