Luna era el nombre de su hija.
Augustine había elegido ese nombre porque esperaba que pudiera vivir una vida tan pacífica como la luna, que brillaba serena desde lo alto del cielo.
Vivianna susurró ese nombre y sonrió, sintiendo que era perfecto para su pequeña. Después de quedarse en el hospital durante una semana, regresó a la mansión, donde empezó su periodo de descanso de un mes.
Como persona oriental, era muy particular al respecto. Debía cuidarse bien para evitar las enfermedades. Además, las personas que no se cuidaban sufrían mucho, por lo que Lydia y la señora Xi decidieron darle mucha atención.
Era invierno otra vez y el mes de cuidado era muy importante. En la mansión, se escuchaba la voz de alguien más, la cual pertenecía al llanto de una bebé. Aunque la pequeña era una recién nacida, parecía tener mal carácter. Se negaba a cambiarse la ropa, lloraba fuerte y su carita se ponía roja.