Hoy era la boda del joven conde de la isla, el cual era conocido por todos los habitantes de esta. Sin embargo, todos sabían que el viejo conde no había anunciado la boda al público y tampoco había invitado a otras personas. Por ello, los trabajadores del aeropuerto se quedaron sorprendidos cuando vieron que un avión lujoso aterrizó. ¿Acaso el viejo conde había invitado a otras personas?
El supervisor se acercó de inmediato con varios trabajadores para preguntar al respecto. La cabina del avión se abrió y varios guardaespaldas en trajes negros bajaron. Algunos de ellos eran orientales y otros occidentales. Todos eran altos y fornidos, lo que transmitía imponencia. Aguardaban en una larga fila, ordenados, frente a la puerta, como si estuvieran por recibir a un pez gordo.