Vivianna percibió el leve aroma de vino en el aire. No pudo evitar voltear la cabeza para mirarlo. Había un destello de sorpresa en sus ojos. "¿Estás borracho? ¿Cuánto bebiste?"
"Solo dos o tres copas", respondió él. Su apuesto rostro era encantador. Sostuvo su carita con una sonrisa y observó sus delicados labios rojos. Ansió bajar la cabeza para besarla.
"Bien..." susurró ella sin rechazarlo. La verdad, estaba fascinada por lo apuesto que se veía con el traje de hoy. Él era como el vino. Mientras más vieja la bebida, mejor era su sabor. Era alguien que causaba adicción.
Por lo general cuidaba de su pequeña. Sin embargo, su vida marital también era armoniosa. Después de cuidar de sus hijos, todos sus pensamientos se enfocaban en su amada. Ese sentimiento era tan emocionante que se sentía como una marea de amor.
Ante sus acciones, la mujer se quedó sin aliento. No tenía ninguna otra opción más que dejarse llevar por la misma pasión.