Entonces, rápidamente tomó la toalla caliente y comenzó a limpiarle el cuerpo; pellizcando cada centímetro de su piel con cuidado.
Y con un suave gemido, le pasó la mano izquierda por el cuello. A continuación, buscó sus finos labios con sus labios rojos y tomó la iniciativa de besarle.
En consecuencia, Farid tembló. Con voz ronca, manifestó: "¡Ángeles, cero jaleos! Te resfriarás de este modo".
"Pero, lo deseo...", replicó la fémina; no importándole nada en absoluto. No quería esperar más.
Efectivamente, el caballero sintió su añoranza; no obstante, no podía arriesgarle todo para liberarse de los grilletes. Empujándole con cuidado, le dijo: "Déjate de tonterías. Tienes el pecho y las piernas lesionadas. No me gustaría hacerte daño".
"¡No lo harás! Te quiero... Ahora...", enunció la chica obstinadamente.