Más tarde, cuando Farid llamó y advirtió que su teléfono estaba apagado, su corazón se apretó una vez más. Él no había recibido noticias de Hugo. Después de todo, había tal cantidad de gente que llevaría mucho tiempo identificar los automóviles sospechosos.
El tiempo pasó en un suspiro; ya la noche había caído. Farid, quien había permanecido en su oficina hasta ese momento, era presa de una gran inquietud. Ahora que su teléfono estaba apagado, él había perdido su rastro; solo sabía que había desaparecido mientras se dirigía a una quinta vacacional. Dicha quinta había sido inaugurada recientemente y no era muy conocida, así que todavía no era un lugar muy próspero. Sin embargo, ya había allí algunos turistas.
De repente, alguien llamó a la puerta. Se trataba de Alicia, quien entró en la estancia. Al mirar a aquel hombre ansioso, sentado en la silla de la oficina, ella le aconsejó, preocupada: "Señor presidente, es hora de que regrese a casa; debe descansar".