El cuerpo de Ángeles se estremeció instantáneamente. Se giró, incrédula, y vio al hombre que estaba de pie a su lado. Ella pensó que su imaginación le había jugado una mala pasada. Sin embargo, el hombre que llevaba puesta aquella ropa protectora no era otro que Farid.
Así era.
"Tú..." Su voz era muy ronca; a duras penas podía hablar. Todo su cuerpo temblaba de emoción. Soltó la mano del médico y este rápidamente se la frotó, pues aquella chica con aspecto de guerrera le había aferrado la muñeca con tal fuerza que le causó dolor.
Farid se acercó. Él había terminado de examinar el cuerpo de Ángeles y lo único que le faltaba hacer era envolverlo. Su largo brazo la abrazó suavemente. Ella levantó su fiero brazo derecho y entonces sintió un dolor muy fuerte, así que no tuvo más remedio que rodear la robusta cintura de Farid con su brazo izquierdo y hundir su rostro en su pecho, lo que le proporcionó una sensación de seguridad.