La guerra rugía.
Las balas cruzaban el cielo como enjambres de insectos asesinos, y el estruendo de los cañones parecía sacudir los cimientos del mismo infierno. En medio de ese caos, entre gritos, metralla y humo, un joven abría los ojos con dificultad.
—…¿Dónde… estoy?
Sus párpados pesaban como plomo. El olor a sangre, tierra húmeda y pólvora le golpeó el rostro con violencia. Y entonces lo supo. No estaba soñando.
Había muerto. Y ahora estaba vivo otra vez.
Una descarga de recuerdos lo golpeó con fuerza. Su nombre era Reik. O al menos, lo había sido en otra vida. Un joven común de la Tierra del año 2025: gamer, adicto a la música, fanático de Marvel… y de Naruto. Demasiado de Naruto.
—¿Qué carajos? —susurró, sentándose de golpe. El cuerpo le dolía como si hubiera estado dormido por años. Llevaba un uniforme militar… viejo, pesado, empapado en barro.
Un casco nazi tirado a unos metros.
Gritos en alemán.
—No puede ser…
Se palpó el pecho. Vivo. Su corazón latía. Miró a su alrededor. Cadáveres. Armas. Un batallón estadounidense retirándose cuesta abajo. Y entonces lo vio.
Su teléfono.
Su teléfono estaba allí, intacto, brillante, colocado en su cinturón como si fuera parte del equipo militar. Lo tomó. Encendido. Sin señal, pero con toda su música. Su lista de reproducción.
"Bring Me to Life" de Evanescence sonaba de fondo.
—Jódeme… esto es real.
Y como si eso no bastara, lo sintió.
El chakra.
No un poco. No una pizca. Un océano interminable dentro de su cuerpo. Un fuego cálido que rugía en su interior, contenido apenas por un cuerpo humano que ahora no era del todo humano.
Activó el Byakugan. Luego el Sharingan. Luego el Rinnegan.
Uno tras otro.
—¿Multiplicado por cien…? ¿Qué se supone que voy a hacer con todo esto?
A lo lejos, un escuadrón de soldados alemanes se acercaba. Al frente, un hombre grande, de aspecto endurecido, con un brazo mecánico que aún no brillaba con el rojo de Hydra.
Bucky Barnes.
Y junto a él, el futuro Capitán América… Steve Rogers.
Reik tragó saliva. Ahora sí lo creía.
Estaba en el universo Marvel. En plena Segunda Guerra Mundial. Justo antes de que el mundo cambiara para siempre.
Y él… era parte de ello.
—Perfecto —sonrió, colocando los audífonos en sus oídos—. Vamos a empezar esta historia con estilo.
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