La noche caía pesada sobre la ciudad, un velo oscuro salpicado de luces distantes que parpadeaban como estrellas artificiales. Ana apuraba el paso por las calles desiertas, abrazando sus libros contra el pecho. El frío del invierno mordía su piel, y el eco de sus pasos retumbaba en el callejón vacío, como si la oscuridad misma la siguiera de cerca.
Estaba acostumbrada a regresar tarde. Las largas jornadas en el hospital eran parte de su rutina como estudiante de medicina, pero aquella noche había algo diferente. Una sensación que no podía explicar, una inquietud que se le había instalado en el pecho desde que salió de la facultad.
Entonces, lo vio.
Un hombre yacía desplomado junto a un contenedor de basura, su cuerpo inerte cubierto por la penumbra. Un rastro de sangre formaba él, como si la vida se escapara en cada segundo que pasaba. Ana dudo ,su instinto le gritaba que se alejara ,pero algo más fuerte --quiza su vocación ,quizá su humanidad -- la obligó a acercarse.
-- ¿Está consiente?-- pregunto su voz alta,aunque sabía que no recibiría respuesta.
Se arrodilló a su lado ,ignorando el temblor en sus manos. Bajo al luz tiene de un poste ,vio su rostro: pálido , marcado por un corte profundo en la ceja y una expresión de dolor contenida. Su camisa estaba empapada en sangre,el torso atravesado por una herida de bala.
-- Voy a ayudarte --murmuro,sin saber si intentaba tranquilizarlo o calmarse a si mismo.
Con movimientos rápidos,rasgo su bufanda y presionó la herida para detener el sangrado. No tenía ni idea de quién era ,solo que estaba muriendo,y ella no podía quedarse de brazos cruzados.
-No... Ilames a nadie -susurró él de repente, con una voz áspera, casi inaudible. Sus ojos se abrieron apenas un instante, lo suficiente para mirarla.
-Necesitas un hospital -replicó Ana, pero el hombre negó con la cabeza antes de perder el conocimiento.
No sabía qué hacer. Cada segundo era crucial, y llevarlo a un hospital significaba arriesgarse. La sangre en sus manos era como una firma en un contrato invisible, una promesa que ya no podía romper.
Aquella noche, Ana tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre. No sabía que aquel hombre, al que acababa de salvar, era Marco Salvatore, el nombre que hacía temblar incluso a los más valientes.
Y tampoco sabía que, al cruzar su camino con el de él, el destino había comenzado a escribir una historia que la llevaría al filo del peligro,entre amor y el abismo.