Finn hizo una mueca.
—Por favor, no me recuerdes que, como un adulto completamente desarrollado y con empleo remunerado, mi gran plan para el viernes por la noche es compartir lasaña recalentada con mi gato crítico —me lanzó otra sonrisa—. Al menos tú eres mejor compañía. Y menos crítica, espero.
Me reí.
—De acuerdo entonces. Gracias. Eres un salvavidas.
Entramos en el ascensor.
Ver una cara familiar aquí se sentía como una pequeña palmadita cósmica en la espalda.
Una vez que estuvimos en una sala de conferencias, le entregué mi teléfono.
—Alguien ha estado difundiendo mentiras sobre mí. ¿Puedo demandar?
Finn desplazó la pantalla por las capturas, tensando la mandíbula.
—Jesús, esta gente es salvaje. Sí, si todo esto es inventado, definitivamente es difamación. Puedes ir por la vía civil, o incluso penal si quieres llevarlo más lejos. Ese tipo de mierda no está protegida.
—Estoy segura de que todo son mentiras. Cada palabra.