Ashton la vio correr hacia la casa, toda extremidades agitadas y mejillas sonrojadas.
Dejó escapar una risa corta y baja.
Luego se volvió hacia Gino, que seguía junto a la puerta del coche.
—La próxima vez, no conduzcas tan condenadamente rápido.
El conductor asintió.
—Sí, jefe.
No discutió lo obvio: que Ashton era generalmente quien le gritaba que pisara el acelerador.
Valoraba su trabajo, y sus rótulas.
Ashton entró en la casa, aflojándose la corbata mientras caminaba.
La sala de estar estaba silenciosa.
Mirabelle ya estaba arriba.
Probablemente en su dormitorio.
Probablemente pensando en el beso.
Él lo estaba haciendo.
Ashton subió las escaleras de dos en dos.
¿Estaría su puerta cerrada con llave?
¿Abriría si llamaba?
Su mente ya la estaba desnudando de nuevo—ni siquiera le había quitado los zapatos antes, y ese pensamiento lo estaba volviendo loco.
Aceleró el paso, dobló la esquina
Su teléfono vibró.
Ashton se congeló a medio paso, con la mandíbula tensa.