Me incliné, cerrando la distancia entre nosotras.
—Eras tan valiente antes, hablando sin parar. ¿Dónde se ha ido esa confianza ahora?
—¡Llamaré a la policía! —gimoteó Harper.
—Adelante. Tú comenzaste este lío, no yo. Llamas a la policía, y te llevarán a ti. Acoso, provocación de violencia, agresión —olfateé—. Y embriaguez pública. Jesús, ¿quién bebe a las diez de la mañana?
Harper estaba alcanzando su teléfono, pero se congeló a medio camino.
Me incliné más cerca, casi nariz con nariz. —Borra tus publicaciones. Instagram, X, todo. Ahora.
Sus dedos temblaron, y su labio tembló. —Yo... no las borraré.
—Lo harás. O seré yo quien llame a la policía. ¿Te das cuenta de que acabas de darle a Yvaine suficiente para demandarte, verdad? Esa jugada que hiciste en línea—claro caso de difamación y falsedad maliciosa.
—¡Sí! —Yvaine me respaldó—. ¡Maliciosa!