Edouard soltó un resoplido y se enderezó.
Sus manos temblaban mientras se levantaba apoyándose en aquel bastón negro pulido.
—¿Quién te crees que eres para hablar así? —ladró—. ¿Qué quieres decir con tu casa, tu comida? LGH y esta villa se construyeron gracias a mi esfuerzo.
Ashton soltó una breve carcajada.
Miró a Edouard como si fuera un artista callejero acabado gritando en el parque.
—Tienes una imaginación de mierda. Sin mí, LGH habría quebrado hace dos años. Este lugar habría sido embargado. Estarías en la calle. La única razón por la que estás sentado aquí con calefacción y un hígado que funciona soy yo. ¿Crees que tu pensión cubrió esas facturas del hospital? Ya estarías muerto.
Edouard golpeó su bastón contra el mármol dos veces.
—Escúchate a ti mismo. ¿Qué clase de lunático le habla así a su abuelo? ¿Acaso me ves como familia?