En ese momento, Cora se detuvo a medio paso, girando ligeramente la cabeza hacia la voz detrás de ella.
Luego, lentamente, se volvió completamente para enfrentarse a William Victor, el hijo mayor de la familia Victor.
Lo estudió por un momento, con ojos agudos e indescifrables. Su postura era erguida, majestuosa, mientras el viento se movía suavemente a través de su cabello.
—Tienes cuarenta y cinco años —dijo claramente, con voz tranquila pero impregnada de un énfasis silencioso.
Inmediatamente William parpadeó.
—Eso te hace veintidós años mayor que yo.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire como una prueba, deliberada e inflexible.
En ese momento, William aclaró su garganta y rápidamente se recompuso. —La edad... —dijo, acercándose con una suave sonrisa—, es solo un número, Lady Cora.
Luego se irguió, firme, con las manos respetuosamente dobladas frente a él.
—Lo que realmente importa es la devoción, el Respeto, la Lealtad.