CAPÍTULO 38

En ese momento, Cora permaneció quieta por un largo instante, las palabras resonando en sus oídos. Su respiración se profundizó mientras la realidad de todo se asentaba.

Y entonces, de repente, la rabia destelló en sus ojos.

—Ese bastardo —siseó, apretando la mandíbula—. Sabía que era ruin, pero ¿grabarme? Eso está por debajo incluso de él. Y nunca me acosté con él, ni una sola vez. Aunque lo deseaba en ese momento... nunca lo hice. Y aun así, ¿tuvo la audacia de grabarme?

Inmediatamente sus puños se tensaron sobre los brazos de su silla.

—Es una vergüenza. Y no lo aceptaré de él.

En ese momento, Malisa se inclinó ligeramente, su rostro serio, voz baja pero llena de determinación.