Ella no levantó la voz. No regañó. Ni siquiera pareció sorprendida. Sonaba como alguien que había abierto una puerta esperando paz, solo para encontrar ruido al otro lado.
Samuel, de pie en su elegante traje con el cabello peinado hacia atrás como si fuera dueño de la noche, le dio su mejor sonrisa encantadora, como si eso pudiera mejorar su humor.
—Es toda una sorpresa verte —dijo, metiendo ambas manos casualmente en sus bolsillos—. Honestamente, no esperaba que estuvieras aquí sola. Pensé que estarías fuera de la ciudad o tal vez en un evento de negocios. ¿Qué sucede? ¿Es una cena de negocios o... algo más personal?
Cora lo miró, sin impresionarse. Su voz salió plana, como si ni siquiera quisiera gastar energía formando sus palabras.
—Lo que sea que esté haciendo aquí no es asunto tuyo, Samuel —dijo, cruzando los brazos—. Y no estoy sola. Vine aquí con alguien.