Viviendo una vida lujosa donde no carecía de nada, no anhelaba nada, Alaric no supo lo que era la codicia hasta que ella estuvo justo ahí, pero no podía tocarla, y no estaba seguro de qué decir.
Se sentía como si fuera ayer cuando no le importaba esperar un mes entero solo para verla de reojo. Después de conocerla, quería verla todos los días. Ahora, ansiaba más.
Si tan solo pudiera detener el tiempo.
Si tan solo pudiera borrar la guerra que ella tenía que librar.
Si tan solo se hubiera presentado ante ella antes que Damien.
Justo cuando había olvidado apartar la mirada de Aveline, una voz ronca sonó detrás de ella. —CEO... —saludó el limpiador.
Antes de que Alaric se volviera hacia el limpiador, notó su reacción. La forma en que sus hombros se tensaron. La forma en que sus ojos se agrandaron. Devuelta a la realidad por una voz, pero asustada aunque solo fuera por un momento.