Chen Bin no dijo nada y agarró con fuerza el brazo de Zhou Cheng.
Su agarre era extraordinariamente fuerte, haciendo que Zhou Cheng inhalara bruscamente por el dolor.
—¡Suéltame! ¡Suéltame, maldita sea!
Con un fuerte tirón, Chen Bin arrojó a Zhou Cheng al suelo como un fardo.
Sintiéndose intimidado, Zhou Cheng gruñó:
—¡Cheng Ying! Mandaste a alguien a golpearme, ¿verdad?
Cheng Ying respondió con voz fría:
—Solo vete, no tengo nada que decirte.
Tap tap tap...
Con el sonido de sus tacones altos contra el suelo, Cheng Ying se alejó contoneando su esbelta cintura.
Zhou Cheng, temeroso de ser golpeado por Chen Bin, habló con dureza pero no se atrevió a seguirla.
Chen Bin rápidamente alcanzó a Cheng Ying:
—Gerente, ¿va de regreso? Puedo llevarla.
—Está bien.
De repente, la expresión de Cheng Ying volvió a la normalidad, el pánico en sus ojos se disipó por completo, reemplazado por calma, como si estuviera meditando algo.