Una sensación abrasadora la invadió, y el delicado cuerpo de Jiang Jing repentinamente tembló como si estuviera a punto de embriagarse.
Para una joven esposa insatisfecha como ella, la virilidad de Chen Bin era demasiado tentadora. Con solo un suave roce, Jiang Jing quedó inmediatamente cautivada.
—Bin, no podemos hacer esto... Xiaoxue está a punto de bajar —suplicó Jiang Jing inmediatamente.
Con una risa pícara, Chen Bin rodeó con sus brazos a Jiang Jing, diciendo:
—Frotarnos uno contra el otro debería estar bien, cuñada. Tus piernas y caderas son tan voluptuosas; he querido probarlas desde hace tiempo.
—Esto... —Jiang Jing, con una mano sosteniendo una olla y la otra una espátula, dijo con voz tierna:
— ¿Me ves deteniéndote?
Con su consentimiento, Chen Bin hizo un ligero movimiento, y la sensación fue increíblemente placentera.
Mirando a Jiang Jing, su reacción fue aún más abrumadora; temblaba como un tamiz, sus piernas debilitándose.