Zhou Yuping era confiada y encantadora, su largo cabello bailando en la brisa marina.
Su tez era tan clara y radiante como la luz de la luna, las ligeras arrugas en las comisuras de sus ojos solo añadían profundidad y atractivo a su mirada.
Chen Bin admiraba el bikini que llevaba, las elegantes líneas de hombros y cuello, su cintura esbelta, y la grácil figura que parecía como si hubiera sido creada por el mejor escultor del mundo.
El pecho de Zhou Yuping temblaba suavemente, atrayendo la atención con su vasta extensión de blanco cremoso, balanceándose delicadamente, comparable a la gelatina.
La planicie de su vientre no mostraba ni un indicio de exceso, suave y delicada, su piel más clara que la nieve, y sus largas piernas, bien formadas y rectas, cruzadas ligeramente una sobre la otra, sus tobillos bien definidos moviéndose incesantemente.
—¿Es realmente Zhou Yuping?
Chen Bin estaba atónito, sintiendo que ella parecía más de diez años más joven con ese atuendo.