—¡Ah!
El golpe dio en el blanco.
Cheng Ying sintió como si hubiera sido electrocutada; se desplomó sobre la cama, su cuerpo convulsionando incontrolablemente.
La fuente clara comenzó a brotar sin cesar, formando una pequeña cascada que finalmente aterrizó en la cama.
—¡Qué bueno! ¡Qué bueno! ¡Me muero de placer!
—¡Maestro, eres increíble! ¡Tan increíble!
Cheng Ying gritó, su cuerpo enroscándose en una bola, convulsionando sin parar.
Su rostro se había vuelto escarlata, sus ojos estaban fuertemente cerrados, su mandíbula apretada, como si en el siguiente momento dejara de respirar y se desmayara.
Este era un lado de ella que nunca había mostrado antes.
Pero bajo la tutela de Zhou Yuping y el entrenamiento de Chen Bin, no era sorprendente que terminara así.
El fuerte contraste era tan abrumador que dejaba a uno mareado e incapaz de apartar la mirada.
Chen Bin dio en el blanco con un solo golpe e inmediatamente retrocedió, mirando el estado de Cheng Ying con asombro.