En medio de un deseo carnal tan extremo, Li Lingling entregó su cuerpo por completo, una y otra vez, respondiendo activamente a los avances de Chen An.
Chen An miró entre las piernas de Li Lingling, presenciando cómo sus movimientos exagerados hacían que sus fluidos íntimos fluyeran continuamente desde su interior, el líquido pegajoso pronto adhiriéndose al vello púbico denso y rizado de ambos.
Pero mientras continuaban con sus incesantes movimientos de unión, el líquido pegajoso se estiraba y tensaba constantemente, formando finos hilos entre sus rítmicos movimientos, uniendo sus zonas privadas más ardientes.
Li Lingling estaba asombrada por la depravación de su propio cuerpo, pues en los diez años que llevaba casada, nunca había sabido que su cuerpo podía ser tan tentadoramente cautivador.