Los dedos de Chen An estaban entrelazados con la piel blanca, delicada y llena de Su Meng, provocando que ella comenzara a emitir un sonido maravilloso tras otro bajo tales caricias.
Su Meng sentía como si corrientes eléctricas atravesaran su cuerpo, enviando ola tras ola de placer, elevándola a un estado exquisito. A medida que los masajes de Chen An se volvían más firmes y desinhibidos, parecía como si solo su tacto pudiera hacerla flotar hacia las nubes.
De manera similar, la mano de Su Meng, que estaba agarrando la parte inferior del cuerpo de Chen An, se volvía cada vez más inquieta, masajeándolo a través de sus pantalones, haciendo que su ya impresionante bulto alcanzara una nueva y más magnífica altura.