La repentina conmoción y placer hizo que la Hermana Juan gritara involuntariamente, pues su cuerpo había sido penetrado profundamente por una fuerza poderosa y áspera antes de que ella lo notara, alcanzando lugares que no habían sido tocados en tanto tiempo.
Esa era la profundidad que toda mujer anhelaba alcanzar, pero no todas las mujeres tenían la fortuna de ser intensamente satisfechas de tal manera.
—Ah, pequeño demonio, ¿cómo pudiste entrar sin decir palabra?, ah, ah, no te muevas todavía, es demasiado intenso, ha pasado tanto tiempo desde que dejé entrar a otro hombre, si sigues así, voy a morir estimulada por ti.
En ese momento, la Hermana Juan estaba acostada en la cama, sus esbeltas piernas sostenidas sobre los hombros de Chen An, sus profundidades más íntimas estaban estrechamente unidas con el calor fervoroso debajo de Chen An, provocando inmensamente a la Hermana Juan y excitándola enormemente.