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La Hermana Juan en el cuerpo de Chen An estaba completamente desorientada bajo tal intenso ataque, incapaz de encontrar su dirección; incluso su cerebro no podía manejar tal tremenda excitación.

Era como estar bajo una cascada, siendo lavada una y otra vez por enormes olas, una sensación increíblemente estimulante y emocionante.

Ahora su mente estaba en blanco, si había alguna imagen, era de Chen An llevándola a ese espléndido pico una y otra vez. Los gritos de la Hermana Juan se habían vuelto roncos bajo tal intensidad, y su cuerpo se había vuelto extremadamente suave y débil por el maravilloso clímax que acababa de experimentar.

Chen An vio el estado de la Hermana Juan y se dio cuenta de que esta posición no era adecuada para que él continuara, así que en un momento de urgencia, retiró rápidamente su cuerpo de dentro de ella.