Capítulo 18: Regreso a la Rutina

Después de días de sol, fiesta y tensión palpable en Río de Janeiro, el momento de regresar a los Estados Unidos había llegado. Alice estaba sentada sobre la cama en su suite del hotel, con la mirada fija en la ventana, observando el horizonte. Había algo en la ciudad que la había dejado marcada, pero no quería pensar demasiado en ello.

Dere, por su parte, estaba empacando su equipo con precisión, como siempre. Era su rutina. No le gustaba la incertidumbre, y siempre prefería mantener todo bajo control. Cuando entró en la habitación de Alice, la encontró mirando al mar.

— ¿Pensando en quedarte un poco más? — Dijo él con una sonrisa algo burlona. Alice levantó la mirada y le dio un vistazo fugaz.

— ¿Y por qué no? — Respondió, más como una provocación que una respuesta seria. — Es bastante bonito aquí. Y la playa... mejor que la de California.

Dere soltó una risa baja, mientras comenzaba a cerrar su maleta, ignorando la mirada provocadora de Alice. — No creo que tu padre me lo permita.

Alice se levantó lentamente de la cama y comenzó a recoger sus cosas también. — ¿Mi padre? — Sonrió, dando una vuelta a la habitación antes de detenerse justo frente a él. — Creo que te lo podría permitir, si le hablo bien.

Dere la miró de reojo, pero no le respondió inmediatamente. Sabía cómo era ella: siempre jugando con los límites, desafiando las reglas, buscando en él una reacción. Pero ya se había acostumbrado.

— Oye, ¿te vas a quedar toda la vida guardando silencio? — Preguntó ella mientras metía un par de bikinis en su maleta. — Nunca hablas de ti. Es como si fueras un robot.

Dere levantó una ceja, pero su rostro seguía siendo imperturbable. — Soy un hombre de pocas palabras. No necesito hablar mucho.

Alice lo observó por un momento, interesada, y luego se cruzó de brazos. — ¡Pero es tan aburrido! — Dijo, exagerando. — Vas a dejar que te definan como "el guardaespaldas" para siempre.

Dere la miró fijamente, sin emoción en su rostro. — Me gusta mi trabajo, gracias.

Alice soltó un suspiro, convencida de que no obtendría una respuesta más profunda de él. — No sé cómo puedes ser tan tranquilo todo el tiempo. — Se sentó nuevamente en la cama, ahora jugando con las sábanas. — Si yo fuera tú, aprovecharía más el momento.

Dere terminó de cerrar su maleta y la observó mientras ella seguía moviéndose por la habitación con esa energía inquieta que siempre la caracterizaba. — El momento no dura mucho. Hay que aprovechar las cosas que realmente importan.

Alice lo miró con una expresión algo pensativa, pero pronto sonrió. — Siempre tan serio, Dere. — Dijo con un tono más suave, sin su habitual tono burlón. — Está bien, regresaré a mi rutina de modelaje y tú a tu rutina de... ¿protección?

Dere le devolvió una mirada fría. — Así es. Mi rutina no cambia.

En el aeropuerto de Río, el ambiente estaba tenso pero relajado al mismo tiempo. Habían pasado unos días llenos de emoción, pero ahora la normalidad volvía a tomar su lugar. Maximiliano había regresado a su rol como magnate y viajero constante, mientras que Alicia, ya recuperada, se preparaba para enfrentar la vida diaria en la mansión.

Alice y Dere caminaban hacia la sala de embarque, pero la tensión seguía presente entre ellos. Cada uno sabía que, a pesar de la distancia que podrían poner en sus vidas, algo había cambiado. No podían evitarlo.

Alice se detuvo un segundo, mirando a Dere. — ¿No me vas a decir adiós? — Dijo con un toque juguetón, casi como un desafío.

Dere la miró fijamente, sin mostrar mucho interés, pero con un ligero destello de diversión en su mirada. — Hasta la próxima, Alice.

Ella sonrió, disfrutando de la breve interacción. — Nos veremos en Los Ángeles, entonces. No se te olvide.

Avión en vuelo.

El vuelo de regreso a los Estados Unidos estuvo tranquilo, aunque la atmósfera a bordo no era tan relajada como podría parecer. Alice, en su asiento junto a la ventana, había sacado su teléfono y comenzado a revisar sus redes sociales. Dere, en su asiento a su lado, no dejaba de observarla de reojo, aunque de una forma sutil, casi imperceptible.

Alice levantó la vista y lo vio mirándola. — ¿Algo en mi cara? — Preguntó, fingiendo ignorancia, aunque sabía exactamente qué pasaba.

Dere desvió la mirada al instante. — No me mires así.

Alice sonrió ampliamente, disfrutando de la incomodidad de él. — ¿Cómo me voy a portar bien si tú siempre estás tan... serio? — Su voz tenía un tono burlón, pero también había algo de genuina curiosidad en ella.

Dere suspiró y se cruzó de brazos. — No te preocupes, Alice. Volveremos a la rutina. No habrá más "juegos".

Alice lo miró un momento, pensativa, pero en su rostro se reflejaba una pequeña sonrisa. Sabía que lo que decía no era del todo cierto. Al menos, no todo. Ella sabía que la rutina sería más interesante con Dere cerca.