POV de Serafina
Después de que Lucien saliera de la habitación, fui directamente al baño para lavarme la cara y las manos, que estaban cubiertas de sangre seca que ni siquiera era mía, o tal vez algo de ella sí lo era. Ya no podía distinguirlo.
Quería una ducha. Demonios, la necesitaba desesperadamente. Pero no tenía ropa limpia para cambiarme.
Así que me conformé con el lavabo.
Abrí el grifo, dejé correr el agua fría y me la eché en la cara. Me froté la cara, las manos con fuerza, restregando como si pudiera borrar todo lo que había sucedido. Como si tal vez, si frotaba lo suficiente, todo se iría. La suciedad por la que había pasado y las cosas que había vivido toda mi vida.
El agua se volvió rosa en el lavabo. Mi reflejo en el espejo se veía hueco—rímel corrido, labios partidos y arañazos por toda la cara y las manos. Mis ojos se veían tan solitarios que no sabía qué hacer para darles vida. Seguí frotando.
No paré hasta que mi piel ardió.