Los zapatos de Junho salpicaban a través de charcos poco profundos mientras se apresuraba por los oscuros pasillos del yate. Su ropa empapada se pegaba a su piel, pero no le importaba.
Su plan se había ido al infierno. Jean había desaparecido. Logan había saltado tras ella. Y si alguien ponía sus manos en esa grabación de seguridad, estaba acabado.
Llegó al final del pasillo y se detuvo, mirando por encima de su hombro.
Izquierda. Derecha.
Nadie.
Conteniendo la respiración, giró el pomo y se deslizó silenciosamente en la sala de control. La puerta se cerró con un clic detrás de él.
Oscuridad.
Buscó a tientas el interruptor de la luz y lo encendió.
Clic.
Su corazón se hundió.
Tres hombres estaban dentro.
El capitán, flanqueado por dos miembros de la tripulación, lo miraba como halcones rodeando a su presa. Brazos cruzados. Rostros como piedra.
Junho retrocedió un paso, con los ojos muy abiertos. —¿Q-Qué... qué están haciendo aquí?