Martha le dio una palmadita maternal en la mano. —Sabes, el resentimiento envejece a las personas. Solo digo.
—¿Podemos no hacer de esta cena algo sobre Jean Adams? —murmuró Logan.
Hannah se inclinó hacia él y sonrió con suficiencia. —Pero es tan divertido verte retorcerte.
Él apartó la mirada. Ella aún no lo había visto, o tal vez sí y simplemente lo estaba ignorando, lo que dolía más. De cualquier manera, Logan sintió su temperamento hirviendo bajo la superficie.
Jean Adams.
La mujer con la que juró nunca volver a cruzarse.
Y sin embargo... aquí estaba.
De nuevo.
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El sedán de lujo negro se detuvo frente a la gran mansión, sus puertas de hierro abriéndose con un chirrido como si fueran reacias a permitir la entrada. Imponentes columnas de mármol enmarcaban la entrada de la Mansión Dominic... un lugar que parecía haber salido de una novela histórica.