Emma parecía poco convencida. —Aun así…
—Volveré en diez minutos —le aseguró Jean—. Dile a Logan que me espere si llega primero a la sala de juntas.
Sin esperar otra protesta, Jean siguió a la mujer hasta los ascensores. Subieron en silencio, la suave música que sonaba en el techo hacía poco para aliviar el escalofrío que recorría la columna de Jean.
¡Ding!
El ascensor se detuvo en el piso 20. La mujer la condujo por un pasillo silencioso bordeado de puertas de cristal esmerilado. Al final, se detuvo y abrió la puerta de la sala de juntas.
Jean entró.
Clic.
La puerta se cerró detrás de ella.
La habitación estaba tenue, solo la luz ambiental de las persianas medio cerradas se filtraba. La larga mesa de conferencias se extendía frente a ella como una pasarela.
Y en la ventana, de pie, alto e inmóvil... estaba un hombre que nunca quiso volver a ver.
Su sangre se heló.
—¿Alex? —La voz de Jean flaqueó.
Él se volvió lentamente, con rostro indescifrable. —Jean.