La Cena Brutal

El coche atravesó las puertas de hierro de la finca Kingsley, serpenteando entre setos esculpidos y una fuente que prácticamente gritaba dinero viejo. Mientras el crepúsculo se asentaba en el horizonte, la mansión se erguía como un monarca silencioso, sus ventanas iluminadas proyectando halos dorados sobre el camino de piedra.

Jean mantuvo su postura perfecta, con las manos pulcramente dobladas en su regazo. A su lado, Logan permanecía inmóvil... con rostro pétreo e indescifrable. El silencio entre ellos no era incómodo. Era eléctrico. Cargado con todo lo que no estaban diciendo.

Cuando el coche se detuvo, el conductor salió y abrió la puerta de Logan. Él emergió primero, ofreciéndole su mano. Jean dudó por un instante, luego colocó su mano en la de él... no por afecto, sino porque alguien podría estar observando.