Ese toque... demasiado suave, demasiado íntimo... dejó un rastro de calor.
—Listo —murmuró Logan, recostándose como si nada hubiera pasado.
Jean desvió la mirada, sonrojada. —Eres imposible.
Logan sonrió con suficiencia. —De nada.
Pero antes de que Jean pudiera responder con otro comentario mordaz, una voz delicada los interrumpió.
—Vaya, vaya... Logan Kingsley.
Jean giró la cabeza lentamente. Una mujer impresionante con un vestido de satén esmeralda estaba de pie junto a su mesa, la elegancia la envolvía como un perfume. Sus ojos brillaban con diversión y algo más afilado. Familiar.
La sonrisa de Logan vaciló por solo un segundo antes de reaparecer. —Cassandra.
Las cejas de Jean se arquearon. «Así que esta es una de ellas», pensó.
—No esperaba verte aquí —ronroneó Cassandra—. Y con una cita, nada menos. Vaya, cómo cambian las cosas.
Logan se puso de pie, su postura tranquila, educada. —Jean, esta es Cassandra Blake. Cassandra, te presento a mi esposa, Jean Adams.