Jean soltó una leve burla. —¿A esto le llamas fuerza? —Levantó su mano vendada.
Logan se puso de pie. Caminó hacia ella. Se arrodilló junto a su cama para que sus ojos estuvieran al mismo nivel.
—Te he visto atravesar el infierno y aun así construir un imperio de sus cenizas —susurró—. Eres la persona más fuerte que conozco. Y eso me aterra, Jean... porque todavía no sé cómo llegar a ti.
Los ojos de Jean parpadearon. —¿Por qué haces esto?
Las cejas de Logan se fruncieron. —¿Hacer qué?
—Preocuparte. Intentarlo. Fingir que este matrimonio es algo más que un contrato.
Él se inclinó hacia adelante, apartando suavemente un mechón de cabello de su rostro.
—Quizás comenzó como un contrato. Pero en algún momento del camino, olvidé actuar. Además, acordamos tener un matrimonio real hasta que termine el contrato.
Jean se quedó inmóvil.
—Olvidé actuar como si no me importara —murmuró él—. ¿Y tú? Tú ni siquiera lo intentaste.
Eso dolió. Pero era cierto.