Logan no dudó.
Asintió una vez y se deslizó bajo la manta junto a ella, cuidando de no tocarla a menos que ella lo pidiera. Solo se quedó allí... observándola.
Jean se volvió hacia él, con la cabeza descansando cerca de su pecho. No dijo nada más. No lo necesitaba.
Y cuando Logan le rodeó suavemente los hombros con un brazo, esta vez ella no se estremeció.
Exhaló.
A salvo.
No curada, aún no. Pero por primera vez en años, se permitió ser abrazada.
Y Logan la sostuvo como si fuera de cristal... frágil pero preciosa.
Esa noche, no hubo fuegos artificiales. Ni pasión. Ni calor.
Solo dos personas rotas, aferrándose una a la otra en la tranquila oscuridad.
Y de alguna manera, eso significó más.
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Los primeros rayos de sol se filtraban a través de las cortinas transparentes, proyectando suaves patrones dorados por toda la habitación. Pero dentro del dormitorio, el tiempo parecía haberse ralentizado.
Logan no había dormido.