Cap#5 Camino a la Cueva Silente

El sol apenas asomaba cuando Aoko se despertó con una oreja doblada y despeinada. Se estiró, soltando un bostezo ronco. Asahi seguía dormido, medio colgando de la cama, mientras Kraft ya estaba vistiéndose con precisión casi militar. Sein recitaba una oración baja, como si hablara con alguien ausente.

En el cuarto de al lado, Chris refunfuñaba mientras Tanya la obligaba a peinarse "al menos un poco". Pulchra ya estaba lista y comiendo un pan que había conseguido

Reunidos en la planta baja de la posada, el grupo disfrutó de un desayuno caliente: pan, huevos revueltos, mermelada de mora y leche.

— ¡Que el bosque no se los trague, chicos! —dijo Remgor, dándoles una palmada en la espalda que casi los manda a volar—. Y recuerden, si vuelven heridos... ¡tengo sopa para el alma y vendas para el orgullo!

Salieron entre saludos y risas, con el aliento aún visible en el aire fresco.

Tras despedirse de Remgor (y dejarle dos monedas de cobre por el desayuno adicional que pidió Asahi), el grupo se dirigió a la torre de Lia.

La encontraron organizando frascos con etiquetas extrañas

—Ah, qué puntualidad —dijo ella al verlos entrar—. Imagino que descansaron bien. ¿Listos para adentrarse en una cueva no técnicamente maldita?

—¿Maldita? —repitió Chris, levantado una ceja.

—Metafóricamente... espero —respondió Lia con una sonrisilla, luego se puso seria—. Escuchen. Para preparar la poción que el paciente necesita, debo tener una flor específica. Se llama Flor Lunar. Solo crece dentro de la Cueva Silente, al noroeste del bosque.

—¿Cueva Silente? —repitió Tanya.

—Sí. Lleva ese nombre porque dentro... todo sonido desaparece. Incluso tus propios pasos suenan lejanos, como si la cueva los devorara.

—Qué reconfortante —murmuró Pulchra.

—El problema es que nadie ha podido entrar últimamente —continuó Lia—. Hace poco, un monstruo se asentó allí. Se llama Toxiris. Es una criatura arácnida enorme, de cuerpo translúcido y patas que no hacen sonido alguno al moverse. Vive entre telarañas plateadas, y se guía por las vibraciones del suelo.

—¿Una araña gigante? —preguntó Asahi, palideciendo un poco.

—Una muy sigilosa. Y peligrosa. Toxiris no ve como nosotros... pero sus telarañas cubren casi toda la cueva. Caza por instinto. Y según los rumores... sus hilos pueden confundir la mente. Hacerte ver lo que no está ahí.

—Genial —susurró Tanya—. Una emboscada viviente.

—¿Quieres que la derrotemos? —preguntó Aoko con tono firme.

—No es obligatorio —aclaró Lia—. Pero si lo hacen... además de no cobrar por la poción, les pagaré por cada Flor Lunar extra que traigan. Y si me traen restos de Toxiris —un colmillo, una glándula, algo útil— podré estudiarla y les recompensaré bien.

Pulchra entrecerró los ojos.

—¿Qué tan bien?

Lia sonrió de forma misteriosa.

—Lo suficiente.

Aoko asintió, con la mirada resuelta.

—Entonces iremos. A recolectar flores, salvar una vida... y enfrentarnos a esa araña.

Camino a la Cueva Silente

El bosque parecía más callado de lo normal. A medida que el grupo avanzaba por el sendero angosto entre árboles de troncos gruesos y hojas oscuras, el canto de los pájaros se volvía esporádico. Era como si la Cueva Silente ya extendiera su influencia desde lejos.

—¿Cuánto falta? —preguntó Chris, colgando boca abajo de una rama baja por puro gusto—. Mi espíritu explorador necesita galletas.

—Una hora más, con este paso —respondió Sein, revisando el mapa.

—Hora perfecta para repasar qué puede hacer cada uno —dijo Kraft,—. No sabemos con qué nos enfrentamos exactamente allá adentro.

—Yo puedo abrir cerraduras y quitar trampas —intervino Chris, saltando de la rama con agilida—. También soy buena en sigilo, robar cosas, atar enemigos con cuerda... y correr muy rápido si algo explota.

—Confirmo lo último —murmuró Tanya con una sonrisita.

—Yo puedo usar magia de la clase fuego —dijo Tanya, seria—. Ataques de rango, área y una llama especial que puede quemar hasta las ilusiones. Pero me consume mana rápido si abuso.

—Yo soy más directo —dijo Asahi, alzando su hacha—. Mucha fuerza, y puedo usar mi técnica Golpe Relámpago para un ataque veloz. No soy muy sutil, pero sirvo de escudo.

—Yo puedo usar Puño Martillo para romper cosas... o cráneos —comentó Kraft con calma—. Y tengo una habilidad de teletransportación corta: Corto Viaje. Ideal para moverme en medio del caos.

—Yo uso magia de apoyo —añadió Sein—. Puedo sanar, aumentar velocidad, proteger... pero no tengo magia ofensiva. Soy más útil si ustedes no hacen locuras.

—Eso es pedir mucho —susurró Pulchra.

—¿Y tú? —preguntó Tanya, girando hacia ella.

Pulchra ajustó su carcaj.

—Flechas especiales: explosivas, de fuego, de hielo, de gas. Soy precisa.

—¡Qué intimidante! —dijo Chris con una risa nerviosa.

—Y tú, Aoko —preguntó Kraft—. Además de esa espada temperamental.

Aoko miró su arma colgada en la espalda.

Aoko miró su arma colgada en la espalda, luego levantó la vista hacia sus compañeros.

—Además de luchar con la espada, puedo invocar Alas Espirituales para deslizarme o lanzar plumas cortantes. También uso un Escudo Rápido para parar ataques, y puedo crear hasta tres clones de tierra que piensan como yo.

—Eso ya lo sé —dijo Tanya con los brazos cruzados, en tono tranquilo—. Pero siempre me impresiona ver cómo usas esas alas sin despeinarte.

—Sus clones son más ordenados que él —añadió Chris con una sonrisa burlona—. Una vez uno me ayudó a cocinar... y el verdadero Aoko se quemó los dedos con la tetera.

—¡No fue mi culpa! ¡El agua hirvió más rápido de lo normal! —protestó Aoko.

Pulchra se acercó un poco, curiosa.

—¿Clones? ¿Qué tan reales son?

—Puedo mostrarlo —dijo Aoko. Tocó el suelo con la mano abierta y, con un suave temblor, tres figuras idénticas a él surgieron entre la tierra. Cada una vestía igual, con la misma expresión seria y los mismos movimientos... salvo por un detalle: ninguna llevaba espada.

—Son copias exactas de mí, pero no pueden replicar esta arma —explicó, señalando su espalda—. No sé por qué, pero la espada parece... rechazar ser imitada.

—Tampoco me sorprende —dijo Kraft, observando con atención—. Esa espada claramente no es común. ¿Has pensado que puede tener voluntad propia?

Aoko asintió, algo más serio.

—Lo he sentido antes... como si respondiera a mi instinto. No a mi fuerza.

—Tener clones conscientes que actúan por sí mismos no es poca cosa —murmuró Sein—. Y esas alas... son una bendición. Literalmente. En textos antiguos, se habla de dones de nacimiento que aparecen de forma aleatoria. Lo tuyo... podría ser la Bendición del Héroe Alado.

—¿Así se llama? —preguntó Aoko.

—Es una de las más raras. Normalmente, quien la porta está destinado a cambiar el mundo —añadió el sacerdote con calma.

Aoko bajó la mirada un momento, algo nervioso.

—Solo quiero proteger a los que me importan... si eso cuenta como cambiar el mundo, entonces estoy haciendo lo mejor que puedo.

El silencio se rompió cuando uno de sus clones levantó la mano.

—¿También puedo recibir galletas si me porto bien?

—No empieces con eso —gruñó Aoko, sin poder evitar sonreír.

Chris sacó una galleta de su bolsillo y la lanzó... directo al clon.

—Si la atrapas sin que se deshagas, te la ganaste.

Todos rieron cuando el clon falló por poco y la galleta le pegó en la frente.

El ambiente cambió cuando llegaron a un claro dominado por una gran formación rocosa. La entrada a la cueva se abría como una boca oscura en medio de la piedra, bordeada de enredaderas grises y líquenes que brillaban con una tenue luz azulada.

—Ya estamos... —murmuró Tanya, su voz casi un susurro, como si el aire mismo la obligara a hablar bajo.

Aoko frunció el ceño. Podía oír sus propios pasos, pero el sonido era... apagado, como si algo lo absorbiera. Hasta el crujido de las ramas bajo sus pies parecía ahogado.

Chris intentó silbar... pero no salió ni un soplido. Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¡Mi silbido! ¡Desapareció! ¡Yo sin silbido soy solo un 80% Chris!

—Tranquila, aún conservas el 100% de la energía —murmuró Sein con una sonrisa.

Pulchra, más seria, había sacado una flecha y tensaba el arco con lentitud.

—No hagan ruido innecesario. No es que alguien pueda oírnos a mucha distancia... pero tampoco sabemos qué nos está escuchando desde adentro.

Asahi se adelantó un par de pasos, su enorme hacha apoyada en su hombro.

—¿Entramos ya?

—No en formación de estampida —le dijo Tanya con una mirada rápida.

Aoko sacó su espada y asintió.

—Nos mantenemos juntos. Tanya y Pulchra en retaguardia. Asahi y yo al frente. Chris y Kraft al centro con Sein. Si algo nos separa, nos reunimos afuera. No peleen por separado.

El grupo asintió en silencio.