9: El plan

—No te he visto en varios días —señaló Cael cuando se encontraron. Solo habían pasado dos, pensó Baltazar, aunque supuso que dos era el mínimo para utilizar la palabra "varios", por lo que no era incorrecto. Su hermano, al igual que el viernes, llevaba puestas sus gafas de sol y una sudadera de colores opacos.

—Bueno, sí —respondió Baltazar, esbozando una sombra de sonrisa en sus labios. Debía confesar que estar con Cael representaba un extraño alivio; implicaba que no tenía que preocuparse por lo que pudiera o no hacer cuando no había nadie supervisándolo. Pensó en lo que acababa de sucederle y, emocionado, agregó—: Conseguí un apartamento en esta calle.

Los ojos de Cael brillaron en interés y entusiasmo.

—¡¿De verdad?! Eso fue muy rápido. También estuve mirando algunos lugares para ti, porque me imagino que no debe ser fácil estar viviendo en un motel a diario... En fin, al menos ya resolviste eso, ¿vas a mostrarme tu apartamento?

—Pues si no tienes otra cosa que hacer, podemos ir justo ahora. Solo dame un momento porque planeaba ir a buscar algo de comida.

Cael asintió con la cabeza y le acompañó hasta el supermercado más cercano. A Baltazar le resultó un poco vergonzoso no tener dinero más que para comprar una sopa instantánea y una bebida fría; y más bien, duplicó estas compras porque se sintió en la necesidad de que su hermano comiera con él.

—Lamento no poder invitarte algo mejor —dijo Baltazar, dibujando una mueca en sus labios. Quizá, de haberlo intentado, pudo haber conseguido comida rápida en alguna cadena de restaurantes cercana; sin embargo, no había nada que estuviera a menos de veinte minutos y no quería arriesgarse a alejarse mucho de esa zona—, prometo que cuando tenga un mejor sueldo lo haré...

Cael lo miró con diversión.

—No hace falta que hagas eso —dijo, encogiéndose de hombros—, no tienes que devolver los favores que te haga, ¿sabes? La gracia de un favor es no sentirte presionado a devolverlo.

Baltazar miró hacia el suelo y no contestó. A decir verdad, ya era de por sí surrealista el tener que deberle un favor a su hermano. Solo por no arruinar el momento eligió no decir nada y se mordió el labio inferior.

—No es el lugar más lujoso —se vio en la obligación de excusarse cuando llegaron a su apartamento y Cael se detuvo en el centro de la sala, que pareció mirarse más pequeña que cuando la admiró la primera vez—, pero, bueno...

—Shade, tienes que relajarte —le interrumpió su hermano, meneando la cabeza en negación y volviéndose hacia él. Baltazar acabó de echarle llave a la puerta y lo miró con una sonrisa torcida—. Este es tu apartamento y eso ya lo hace genial. De hecho te envidio bastante... —Cael carraspeó con la garganta y se llevó la mano libre con la que no sostenía su sopa a la cara, quitándose las gafas y mirándole a los ojos—. Por cierto, quería disculparme por lo del viernes... Creo que en parte no encontré el valor para regresar al club porque seguía pensando en eso, lo siento.

Por unos momentos, Baltazar no supo a qué se refería. Tardó en recordar su discusión con Cael y el hecho de que él casi le vomitó encima, puesto que al final acabaron en buenos términos y no era como si la culpa por la discusión le persiguiera. Acto seguido, se fijó en el hematoma en su ojo que ya casi había desaparecido. Se le revolvió el estómago ante el pensamiento de que alguien había golpeado a su hermano, y bajó la mirada; el tener que tragarse la pregunta y volver a insistir en saber quién lo había hecho le ardió en la garganta, y sin embargo, no se olvidaba de la reacción inmediata de Cael cuando quiso interrogarlo al respecto. Invadir su espacio de buenas a primeras no era la alternativa más sensata.

—Está bien —dijo, un tanto incómodo porque no estaba seguro de cómo aceptar una disculpa. Aquello era más extraño que ofrecerlas—. Fue un poco raro, pero no es que siga pensando en eso.

—¿Hablabas en serio cuando dijiste que querías que fuéramos amigos?

Baltazar lo miró, intrigado y algo dubitativo.

—Sí, lo decía en serio, ¿qué hay de ti?

Por unos momentos, Cael no contestó. Se pasó la mano por la nuca y sus ojos se clavaron en la punta de sus tenis.

—Hablaba en serio —confirmó tras unos momentos en silencio—, pero también decía la verdad cuando dije que no soy una buena influencia. No tienes que ser mi amigo solo porque te haya ayudado antes...

A decir verdad, a Baltazar le sorprendió un poco la inseguridad que denotaba la voz de su hermano. Era evidente que ni siquiera él creía que quisiera ser su amigo. Se le apretujó el corazón contra el pecho y esbozó una sombra de sonrisa en su rostro.

—Quiero ser tu amigo —insistió— y, además, creo que has tomado un juicio apresurado al pensar que soy una buena persona. Creo que eso es un concepto demasiado... ambiguo, ¿sabes? Y ni siquiera me conoces, ¿cómo estás tan seguro de que no soy, no sé, un psicópata o algo así?

Los ojos de Cael brillaron con humor.

—¿Eres un psicópata?

—No, pero... podría estarte mintiendo.

—No te ves como alguien que mienta con facilidad.

Baltazar quiso soltar una carcajada. En cambio, se conformó con reírse por lo bajo. Aquello era definitivamente irónico.

El silencio tomó lugar en la sala. Al cabo de unos minutos, Baltazar y Cael procedieron a sentarse en el suelo a falta de muebles.

—Es genial que te hayas independizado —dijo su hermano, alzando las cejas y dejando el envase de sopa instantánea vacío a su lado, recogiendo la pierna izquierda y doblando la rodilla—. Mudarse a otro lugar y empezar de cero suena como un sueño... Si tuviera el coraje suficiente, quizá también lo haría, pero supongo que las consecuencias siguen siendo aterradoras y me gusta mi zona de confort.

—No es tan malo como piensas —dijo Baltazar con un cosquilleo en la boca de su estómago. Los planes a futuro eran buenos. Hacer un plan a futuro significaba que no estaba pensando en matarse a corto plazo, ¿cierto? Decidido a reforzar esta idea, añadió—: Vale la pena totalmente. No es algo inmediato, pero soy firme creyente en que si no te sientes cómodo en donde estás, no debes tener miedo a irte.

—Eso es... increíblemente opuesto a lo que todos me dicen. —Cael hundió los hombros y soltó un hondo y profundo suspiro—. Todos piensan que por soñar irte del pueblo en el que naciste significa que quieres dejar a tu familia atrás y ese tipo de cosas... la gente se pone muy dramática con eso.

Baltazar ladeó la cabeza. Sí, sabía de lo que hablaba.

—Sí —murmuró, optando por expresar sus pensamientos en voz alta en lugar de reservarlos para sí mismo—, eso puedo entenderlo. Cuando le dije a mis padres que quería irme de la ciudad para conocer el mundo, se enfadaron conmigo. Mi mamá quiso usar el chantaje emocional, me preguntó si acaso lo que quería era abandonarlos. Y supongo que dolió un poco más el saber que eso era exactamente lo que pretendía.

Parpadeó varias veces al caer en la cuenta de las palabras que había dicho. Eso no sonaba nada bien.

—Bueno —intentó decir, ruborizándose y sintiéndose acalorado, pero ¿cómo iba a intentar contradecir eso? ¿Es que acaso eso no era cierto? ¿No era verdad que esos fueron sus planes? Sí, lo eran. A pesar de eso, trató de justificarse—: No me refiero a que me haya ido porque quería abandonarlos... Es solo que...

—Lo entiendo —le interrumpió Cael, un poco divertido por su desesperación—, pienso lo mismo. Quisiera irme justamente porque no soporto a mis padres.

Oh, había tocado una fibra sensible. Era aún más hilarante el asunto por el simple hecho de que Baltazar y Cael hablaban de las mismas personas sin que Cael lo supiera. En parte le sentó mal darse cuenta de que sus padres tal vez no habían hecho tan buen trabajo como para que sus hijos quisieran huir de ellos con esa intensidad... Incluso cuando ambos optaron por diferentes métodos de escape. Bajó la mirada y tragó saliva.

Un hormigueo le recorrió la punta de sus dedos.

"¿Fue por ellos?", quiso preguntar, "¿fue por ellos que elegiste rendirte?".

Pero no tenía sentido. Sí, su mamá era invasiva y no respetaba su privacidad. Sí, su papá era estoico y duro. Pero al final del día, su madre solo procuraba su bienestar y su padre le decía con sinceridad cuánto lo enorgullecía. A medida que lo pensó, Baltazar se sintió culpable por haber dicho en voz alta que se fue porque no los quería ver más. Pero es que, en su defensa, él solo se quedó con las partes rotas de sus padres. Las partes rotas que quedaron tras el suicidio de Cael, y muy apenas recordaba cómo era la vida antes de ese incidente.

—¿Quieres hablar de eso? —le inquirió, mirando a su hermano de soslayo. Tuvo que morderse la lengua para evitar sonar más entrometido. Tenía que aprender a ser cauto y silencioso al involucrarse cada vez más en la vida y las razones de Cael para buscar la muerte. Si seguía metiendo la pata, lo único que acabaría haciendo sería alejarlo y todo terminaría de la misma manera.

Cael lo pensó unos momentos.

—No hay mucho que decir en realidad —dijo—, ¿tú quieres hablar de tu familia?

¿Esa era una especie de trato implícito? Algo así como "háblame de tus traumas y yo decido si te cuento los míos". Baltazar titubeó. No era como si tuviera algún trauma en particular (exceptuando el obvio que le cambió toda la vida y le arruinó la infancia, claro estaba), así que no tenía claro qué decir a continuación

—No huí de ellos —se sintió en la necesidad de aclarar—, ya había preparado todo para irme. Que haya venido hasta Went sin nada encima fue por otro motivo que se me atravesó en el camino... pero no fue porque haya huido de mi familia.

—No te habría juzgado aunque así hubiera sido.

—Lo sé, pero quería que lo supieras. No estoy aquí por eso.

Su hermano asintió con la cabeza.

—Está bien.

—Y si alguna vez quieres hablar sobre tu familia, puedes hacerlo...

Los labios de Cael se torcieron en una mueca.

—En realidad, no quiero hablar de eso —sentenció, tensando los hombros. Pareció costarle contener una respuesta más tensa y al final solo agregó—: Al menos no ahora. No es de mis temas favoritos.

A Baltazar le resultó bastante difícil no insistir. No obstante, al final consiguió conformarse con esos pedazos de información vaga y asintió.

—Por cierto —dijo su hermano, cambiando el tema y viéndole de reojo—, estaba pensando en ir al club esta noche.

A pesar de que no era una pregunta, su tono era tentativo, como si estuviera midiendo el terreno. Era evidente que una reacción brusca por parte de Baltazar sería suficiente para tensar aún más la relación entre ellos. Y, aunque le era imposible tener la mente fría en lo relacionado a su hermano, Baltazar se las arregló para mantener un semblante sereno.

—Ah —fue todo lo que contestó—, bueno, pues, no es que pueda detenerte. Quiero decir, no es lo que yo recomendaría... ¿No tienes clases mañana?

Cael se encogió de hombros.

—Nadie duerme las horas que debería —señaló, lo que era una absoluta mentira que Baltazar calló.

—Si no puedo detenerte, tampoco voy a molestarte con eso. Pero espero que si vas al club, no vayas a estar durmiendo en clases mañana.

—No sería la primera vez. Dormir en clases no es el fin del mundo.

—Tienes que prestar atención a tus clases, Cael.

A pesar del tono vago de regaño en su voz, Baltazar consiguió que sonara humorístico y eso no hizo enfadar a Cael como temió. Era complejo saber qué cosa le haría estallar, como otros comentarios que consiguieron irritarle con particular rapidez. Consideró que tal vez estaba aprendiendo a gran velocidad; si seguía a este paso, tal vez su hermano llegaría a contarle la verdad sobre sus deseos suicidas.

Tal vez Baltazar podría disuadirlo entonces de no cometer suicidio.

Y, entonces, toda su vida sería diferente.