Como Wan Meirou quería jugar juegos excitantes, Chen Mo naturalmente podía complacerla.
Viendo a Chen Mo atormentándola intencionalmente, Wan Meirou ya no podía esperar más y comenzó a jadear suavemente.
—Maestro, maestro, por favor, por favor entre, se lo suplico.
La sonrisa de Chen Mo se hizo aún más amplia, recordando cómo Wan Meirou había sido tan grosera con su hermana, cómo lo había presionado una y otra vez, lo que también lo llenó de un rastro de ira.
Ahora, viendo a Wan Meirou frente a él, presentándose como una fruta madura lista para ser tomada, Chen Mo no dudó más y empujó ligeramente sus caderas hacia adelante.
En ese momento, su enorme dragón avanzó ferozmente como una bestia salvaje, empujando brutalmente hacia la parte más profunda de las puertas de jade de Wan Meirou.
Wan Meirou sintió una intensa sensación de desgarro desde su parte inferior que nunca había experimentado antes.