En el coche, Chen Mo le detalló la situación a la Hermana Hong tal como había sucedido.
—Bien, muy bien.
Después de escuchar, una sonrisa serena se extendió por el rostro de la Hermana Hong, como si la victoria ya estuviera en sus manos.
—Tienes que entender, esta mujer es muy importante.
—Solo ordena, y daré lo mejor de mí —respondió Chen Mo.
—¿En serio? Mira los problemas que has causado, haciéndome escuchar todo de nuevo —bromeó ella.
Mientras hablaba, levantó una pierna bien formada y la apoyó en el hombro de Chen Mo. Desde este ángulo, Chen Mo tenía una vista clara entre sus piernas, donde las bragas de encaje que ocultaban su refugio secreto mostraban una mancha húmeda.
Era obvio que una inundación ya había invadido esa zona.
—Jefa, tú pediste los detalles —dijo Chen Mo.
—Soy consciente de tus habilidades. Entonces, ¿qué deberíamos hacer ahora?
Chen Mo extendió la mano, su mano cálida cubriendo ese punto, la sensación resbaladiza transmitiéndose a través de su palma.