Por la noche, en un hotel en Haido.
Los delicados y pálidos pies de jade de Lew Qingyi pisaban los sólidos músculos del pecho de Chen Mo, acostada debajo de él, mientras el Dragón de Jade empujaba continuamente en lo profundo de ella, una y otra vez, muy profundo. Sentía como si hubiera caído completamente en la depravación.
Sus picos gemelos ondulaban con la fuerza de los impactos, creando olas tumultuosas.
—Termina dentro, hay actividades mañana y no puedo descansar demasiado tarde.
Los restos de su razonamiento le permitían seguir pensando en asuntos oficiales. La primera vez, solo le pareció excitante, pero ¿quién hubiera pensado que se volvería cada vez más adictivo? Esto no era bueno, siempre tenía una sensación de inestabilidad.
Los movimientos de Chen Mo se detuvieron.
—Qingyi, en realidad, mientras tú estés satisfecha, yo estoy bien.
—No, ¿cómo podría escatimarte así? Dámelo.